mar. Dic 30th, 2025

El brutal magnicidio del delegado de la FGR tras el mega-decomiso de huachicol plantea preguntas incómodas: operación planeada, ausencia de escoltas y sombras sobre el poder real.

La ejecución de Ernesto Cuitláhuac Vásquez Reyna no fue un crimen cualquiera. Fue un mensaje escrito en balas con una precisión escalofriante:

  1. La ironía letal:
    • Ocurrió a 70 metros del complejo federal, días después de que la FGR decomisara 1.5 millones de litros de huachicol y asegurara un inmueble clave.
    • Su blindaje nivel 5 fue burlado atacando el único punto vulnerable con una granada incendiaria. ¿Conocimiento interno o inteligencia criminal sofisticada?
  2. Las ausencias que gritan:
    • ¿Por qué sus escoltas no lo acompañaban?
    • ¿Cómo lograron huir los atacantes en tráfico congestionado con fuerzas federales a metros?
  3. El elefante en la habitación:
    • Ernesto era el tercer hombre más poderoso de Tamaulipas, justo cuando la FGR golpeaba al huachicol.
    • Gente en el gobierno estatal, ha sido señalado públicamente por vínculos con ese delito. ¿Simple coincidencia?

La pregunta que quema: ¿Fue esto una venganza por el decomiso… o alguien silenció al único que podía señalar dueños del inmueble asegurado? Solo alguien con más poder que el tercer hombre del estado ordenaría un ataque así.

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